miércoles, 5 de diciembre de 2007

la vida por delante

Mi abuelo cuenta muchas veces que cuando alguien se muere, haya sido su vida como haya sido, es bueno al instante. Esta ley, según él, se aplica a todo ser humano excepto a su primo Blas. Nada más.
Un día le pregunté por qué decía eso. Me contestó que, antes de la guerra, cuando el primo tenía una cuenta pendiente con alguien, esperaba a que la cosecha estuviese a punto y le quemaba la mies. ¡Con el hambre que había entonces! Un día apareció muerto, molido a palos, en un bancal. Mi abuelo insinúa que fueron varios vecinos, pero nada se investigó. Es uno de esos secretos de pueblo de los que nadie habla aunque todos estén al tanto. El día de su entierro todos se alegraron. ¡Tanta paz se lleve como tranquilidad nos deje!

El otro día murió Fernando Fernán Gómez. Todos nos enteramos bien por la televisión, bien por la radio, bien por Internet... Ahora bien, os podríais preguntar qué tiene que ver tan insigne personaje con el primo Blas. El nexo que los une no se ve claro. Una vez que ha pasado la noticia de la muerte del actor el recuerdo que queda de él son cuatro palabras malsonantes y un par de feos gestos. De mi primo sólo quedó un mal recuerdo, un sentimiento de alivio y un crimen que nadie investigará. Seguramente pocos se acercaron alguna vez a indagar qué movía a mi primo a actuar del modo en que lo hacía. Pocos recordaremos el legado como actor, como director, como escritor que ha dejado Fernán Gómez.
Además, no soy yo nadie para juzgar a otro ser humano. Me viene a la memoria eso de la viga en el ojo propio y la mota en el ajeno. Al primo Blas se le condenó a morir sin más; a Fernán Gómez casi todos lo juzgan por dos anécdotas que poco muestran de la hondura de su persona. Lo importante es lo que dejó: su obra y su saber hacer. Eso permanece. Es lo que los humanistas del Renacimiento llamaban, aunque no use el concepto de modo riguroso, la vida de la fama, es decir, el rastro que nuestros actos dejan en los demás cuando morimos. Pervivimos en el recuerdo, en la gran memoria de la humanidad o en la pequeña memoria de una mujer que nos ha querido, de unos hijos, de unos amigos, de la comunidad en que hemos tenido nuestro hogar...

Pero hagamos una pausa, que me estoy entristeciendo. Os toca a vosotros dedicar unos minutos a este video, por favor:
¿Ya? ¿Qué os ha parecido? Divertido, ¿no?
El genio de estos grandes artistas como Pepe Isbert o el mismo Fernando se muestra claro en este episodio de esta estupenda comedia. "La vida por delante" (1958), dirigida por Fernán Gómez. Es la historia cómica y al mismo tiempo triste de un joven matrimonio y sus vicisitudes en la España de la posguerra. Estamos ante un análisis crítico que era casi imposible de modo explícito en el franquismo, pero que algunos directores de cine como Berlanga o el mismo Fernán Gómez supieron hacer sin que casi se notase.
Eloy Sánchez Rosillo, es uno de esos poetas que llegan al alma enseguida. Poeta murciano que me encanta por su profundidad y por la facilidad con que, sin hacer una poesía difícil se pueden llegar a altas cumbres poéticas.
Escribió lo siguiente:
Canta en mi corazón una esperanza
que llena mi presente y me sostiene:
no, la muerte no mata; es también vida,
un misterioso trámite de sombras
que transforma lo vivo,
lo limpia y lo redime [...]
La muerte borra el gesto
habitual de un hombre,
sus maneras, sus ropas, y lo vuelve
criatura distinta, pero no
aniquila el espíritu,
que se templó en el fuego.
¿Es una reflexión sobre la muerte? Es un fragmento del poema "La certeza" que da nombre al libro homónimo que publicó en el 2005. La muerte que llega cuando quiere y a la cual estamos todos abocados, hayamos tenido más o menos suerte. Por eso, ya sea a través de la muerte terrible del Primo Blas o de la de Fernando Fernán Gómez o la de cualquier otro ser humano, nos estamos asomando a uno de los misterios que menos entendemos y más nos preocupan.
¿La muerte mata o es vida? ¿Hay esperanza? Sánchez Rosillo dice que sí. Que se puede cantar la esperanza.
Los que creemos en Dios, y a ese Dios le llamamos Jesucristo, afirmamos que somos creados para trascendernos; que hemos sido llamados a otra vida distinta, pero plena; que estamos en este mundo como alejados de nuestra patria, en éxodo, deseando llegar a nuestro hogar, una tierra que mana leche y miel (Ex 3, 8). La fe da una forma diferente de ver las cosas. Es otro modo de conocer. Pierre Rousselot, teólogo francés de los inicios del siglo XX, tituló su obra más leída y conocida como "Les yeux de la foi" (París, 1910). Es una indagación sobre lo que es la fe desde el punto de vista fenomenológico. La tesis primera de este clásico de la teología es la exposición del plus que aporta la fe a quien se lanza a vivir desde ella. La vida vista con los ojos de la fe adquiere un sentido nuevo. Aunque un creyente y un ateo hagan lo mismo, las motivaciones y lo que se quiere obtener no tiene nada que ver. Un ateo es solidario, un creyente ejerce la caridad; un agnóstico concibe utopías, un cristiano tiene un reino que se realiza aquí pero que se abre tras la muerte.
Por eso la muerte no es algo que se viva como algo traumático, doloroso, como un final. Es "misterioso trámite de sombras que transforma lo vivo". La vida del espíritu va más allá. La esperanza fundada en Dios no falla. Es una esperanza trascendente, abierta, infinita que me vuelve "criatura distinta". Puede que se me acuse de querer evadirme, de ser alguien que busca lo que no hay, de ir tras una quimera. Quizá así sea. La fe no se apoya en certezas aunque se pueda razonar, si no, no sería tal. Es un ejercicio de confianza basada en una relación de amor. Dios me quiere, me da la vida, entra en relación conmigo. Yo reconozco esa relación de amor y respondo a ella. Siendo una amistad salvífica, reconozco el gesto de amor de Dios: morir por mí y resucitar. Por eso creo, confío y supero el dolor que es la certeza de mi muerte. Pero una muerte, que ya no es tal, sino vida nueva, vida plena.
Todos, seamos el primo Blas, Fernán Gómez o Perico el de los Palotes, necesitamos esperanza, necesitamos ir más allá de nuestra finitud, aunque vivamos de ilusión.

7 comentarios:

Luis dijo...

Hola Juan Carlos, tengo una curiosidad: ¿Qué opinión tienes de César Vidal? Luis

Anónimo dijo...

Pregunta muy difícil. Pero te voy a dar un dato para tu reflexión. César Vidal no es católico, es evangélico. ¿Qué hace un hereje en la cadena de radio de los obispos? En cuanto a su ideología política es tan necesaria como la contraria a pesar de los excesos que hay tanto en unos como en otros. Hay diez millones de españoles que votan al PP y en una democracia todas las voces importan.

Anónimo dijo...

Vale, pero ¿Por qué te convence más la religión católica que la evangélica?

Luis dijo...

Otra cosa, ¿Conoces a Antonio Piñero? si es así, ¿Qué te parece sus posiciones sobre Jesús?

Anónimo dijo...

Antonio Piñero me parece un señor interesante, pero lo he leído poco. Es una asignatura pendiente.
El catolicismo para mí es mucho más abarcador que el protestantismo y más cercano al depositum fidei (a lo que es la fe). Aunque ha aportado mucho y subrayado lo que se había olvidado (importancia de la biblia, de la comunidad...), afirmo como idea importante la pretensión de verdad del catolicismo. En lo fundamental sí al catolicismo. Ello no quiere decir que no sea crítico con muchos aspectos. Si no, no estaría en clase contigo.

Luis dijo...

Ahora me llega una curiosidad mayor. Hace no mucho tiempo leí un libro que tengo, escrito bajo pseudonimo, Acharya o algo así, que se titula la Conspiración de Cristo. Afirma que el Jesús histórico no existió nunca, y además defiende que es muy dificil refutar a los negacionistas, algo que los expertos tratan de evitar.

Anónimo dijo...

Léete esto. La literatura seria sobre Jesús no duda de su historicidad. De lo que sí se duda es de su divinidad. Son testimonios cercanos a Jesús escritos desde el judaísmo o desde el mundo romano.
http://www.feyrazon.org/DanExtrabib.html